PALACIO IMPERIAL
Estar y pasear por Kioto es como recorrer 11 siglos de la historia de la tierra del sol naciente. Kioto fue la sede de la corte imperial, así como un centro de la religión, el arte, el teatro y la danza japonesa, y alcanzó su apogeo como centro de artesanía durante el período Muromachi (1334-1568). Kioto contiene el 20 % de los tesoros nacionales de Japón, incluidos más 1700 templos budistas y 300 santuarios sintoístas, dispersos y escondidos en el paisaje urbano de la ciudad moderna. Cerca de la Estación del tren saluda una altísima pagoda. Me hospedé en el International Kyoto Hotel, habitación 767, en pleno centro de la capital. De inmediato hay que darse a la tarea de visitar y disfrutar de la ciudad vieja y encontrar la variedad de sus templos y jardines, que forman un recinto de varios edificios, como una pequeña aldea.
Ya desde la Edad Media los poetas cortesanos cantaban sobre la belleza de la ciudad templo de Kioto. Tempranas pinturas sobre seda revelan sus pabellones de té al pie de las verdes montañas; y crónicas amarillentas cuentan sobre los emperadores japoneses que, con magnífico esplendor, tenían sus cortes Kioto entre los siglos VIII y IX, donde promovían el arte. No hay otro lugar del Japón en el cual fueron tantos los tesoros de arte coleccionados hasta esa época, ni se levantaron tantos palacios, portales magníficos, santuarios shinto, templos budistas y jardines zen, como en Kioto, a 500 km de Tokio.
PALACIO IMPERIAL
En 794 el emperador Kammu, eligió una zona de tierras planas para construir una residencia, a la que llamó Heiankyo, capital de la paz, que luego se convertiría en el Kioto, capital. En líneas chinas, se le dio un diseño cuadrado. La red de calles estaba diagramada como un tablero de ajedrez, con una calle principal de 83 metros de ancho que dividía el distrito en dos secciones.
JARDINES TEMPLO GINKAKUJI
Al norte de la ciudad de madera, con sus estimados 400.000 habitantes, se levantó el palacio imperial con la sala de coronación y el trono celestial, cubierto por un dosel. Según la fe shinto, Kammu era descendiente directo de la diosa del Sol, Amaterasu Omikami, y como tal, él mismo, digno de veneración como dios. De esta ciudad residencia solo el sistema rectangular de calles ha sobrevivido a terremotos e incendios. El palacio imperial también se incendió varias veces, pero siempre se lo reconstruyó, la última vez en 1855. Este complejo arquitectónico está formado por dieciocho edificios, está abierto a los visitantes y ahora se le conoce como el Antiguo Palacio Imperial Heian. Yo tuve la magnífica ocasión de recorrer sus estructuras y sus muy hermosos jardines. Pude apreciar que la zona rectangular está rodeada por una muralla con cuatro torres, una reservada para la pareja real y las otras para las concubinas.
DETALLE TEMPLO RYOANJI
JARDÍN SECO
TEMPLO RYOANJI
Uno de los templos iconos de Kioto, que igualmente visité, es el Ginkakuji o Templo de Pabellón de Plata, de dos pisos y tejado en forma de pagoda. Está rodeado de jardines diseñados por un maestro del paisajismo y son ideales para meditar dando un paseo. Por ejemplo, el camino de la Filosofía, que está ribeteado de cerezos y sigue un estrecho canal de 1,6 km de longitud, se muestra en todo su esplendor durante todo el año.
ESTANQUE TEMPLO RYOANJI
SANTUARIO KAMIGAMO
Otra belleza que recorrí detallando sus atractivos es el Templo de Pabellón de Oro, conocido como Kinkaku-ji, alusivo al Templo del jardín de los siervos. Construido originalmente en 1397, se quemó varias veces. El edificio actual es una reconstrucción. A media hora del Pabellón de oro, caminando, se encuentra el Templo Ryoanji. Fue construido en el periodo Heian como residencia aristocrática y fue convertido a templo budista zen de la secta Rinzai en 1450. Una de las atracciones principales del templo Ryoanji es su jardín seco (karesansui), probablemente uno de los jardines secos más famosos de todo Japón, del que no se sabe ni fecha exacta de construcción ni quién fue su creador o ni siquiera su significado, puesto que su creador no dejó explicación alguna. El jardín seco del Ryoanji tiene forma rectangular y está compuesto de 15 rocas situadas sobre pequeños círculos de musgo rodeados de arena rastrillada, y encerrado por tres paredes de piedra y la zona de observación, con la particularidad de que es imposible ver todo el jardín y sus rocas con una sola mirada, así que debe uno ir moviéndose para ver todos los detalles. Siempre habrá alguna roca escondida tras otra. Esta disposición de las rocas forma parte de la filosofía zen. Todo el templo se asienta sobre la empinada ladera de una colina y ofrece unas vistas sensacionales de Kioto, aún permanentes en mi memoria, desde su mirador de madera.
DETALLE FUSHIMI INARI
FUENTE FUSHIMI INARI
Además de muchos otros palacios y pabellones imperiales, Kioto posee alrededor de doscientos santuarios shinto dedicados a dioses particulares de la naturaleza, de los cuales la antigua religión del sintoísmo tiene más de 800.000, entre ellos animales, montañas y lagos. Uno de ellos es el Santuario Kamigamo, llamado formalmente Kamo-wakeikazuchi, situado cerca de las orillas del Río Kamo (al norte de la ciudad) y fue fundado en el 678. El término identifica a la familia kamo de los kami, o las deidades que son veneradas en el sintoísmo. Este término también se refiere al ámbito del bosque cercano al santuario, que son vestigios de la antigua selva de Tadasu no Mori, además de hacer referencia a los habitantes del área cercana, los del Clan Kamo, muchos de los cuales continúan viviendo en las cercanías del Santuario al que sus antecesores históricamente sirvieron. El Kamigamo constituye uno de los Santuarios sintoístas más antiguos que actualmente existen en Japón, siendo también uno de los diecisiete "Monumentos históricos de la antigua Kioto" que en 1994 fueron designados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. El santuario shinto más antiguo es el Fushimi Inari, dedicado al espíritu de Inari, y situado en Fushimi-ku, uno de los distritos de Kioto. El santuario se encuentra situado en la base de una montaña también conocida con ese nombre de Inari, que incluye varios senderos para llegar a otros santuarios más pequeños. Se fundó en el 711. Es especialmente conocido por los miles de toriis rojos que delimitan el camino por la colina en la cual se encuentra situada el santuario Los toriis son arcos tradicionales japoneses o puertas sagradas que suele encontrarse a la entrada de los santuarios sintoístas (jinja), marcando la frontera entre el espacio profano y el sagrado. Son hechos con vigas negras sostenidas por pilares colorados, que van uno tras otro. La fila de toriis, de casi 3 km de largo, fue construida por devotos en ese año de su fundación, para agradecer al dios Inari por una buena cosecha de arroz.
Por otra parte, Kioto le debe sus obras maestras más elaboradas del arte religioso a los precursores del budismo, introducido al Japón a fines del primer milenio, que impresionaron particularmente a la aristocracia. De esta religión hay treinta edificios de templos antiguos en los que se celebra toda una variedad de cultos del budismo japonés. Comparados con la simpleza de los templos sintoístas, los budistas se destacan por su gran cantidad de estatuas doradas y trabajados tallados de madera. Uno de los más antiguos es el Templo de Chion-in, que data del siglo XIII. Otro templo budista famoso es el Daigo-ji. Su objeto de devoción principal (gohonzon) es Bhaisajyaguru, el Buda de la Medicina. Daigo, literalmente "ghi", se usa de manera figurativa como metáfora de los pensamientos más profundos de la religión budista y significa "lo mejor de lo mejor". Fue fundado en el 874. Incluyendo el kondō y la pagoda de cinco niveles, son tesoros nacionales de Japón. El templo posee dieciocho tesoros nacionales diseñados de manera específica, incluyendo los edificios y otros lugares, y alberga varias docenas de bienes culturales importantes. Las pinturas sobre las paredes han sido estudiadas por académicos y en 1960 obtuvieron el Premio Imperial de la Academia Japonesa, uno de los honores más prestigiosos de la nación. Los colores brillantes de las hojas de los árboles atraen a turistas y locales en la temporada de otoño, uno de los espectáculos del sitio.
Los esfuerzos por lograr la máxima sofisticación estética, típica del arte japonés, se expresan en los famosos jardines de Kioto, cuyos más bellos tuve la ocasión de recorrer. Son en su mayoría obras de los maestros Zen, quienes querían crear sitios ideales para la meditación al aire libre, por medio de una simbiosis entre naturaleza y arte. Buenos ejemplos de estos son los jardines de piedra, donde zonas de arena cuidadosamente rastrillada, lagos mitológicos y piedras con forma cónica representan la montaña sagrada del Fujiyama. El jardín de Saiho-ji, diseñado por el sacerdote zen Muso Kokushi en el siglo XIV merece mención especial. Con la ayuda más de 120 tipos distintos de musgos se logra la ilusión de que se está a los pies de un paisaje de montaña, con cascadas, grutas y mares de flores.
Los jardines de la villa imperial de Katsura, aunque son preciosos durante todo el año, el otoño le sienta muy bien. Representa a uno de los máximos exponentes de la jardinería japonesa. El príncipe Hachijō Toshihito fue el creador de este recinto considerado paradigma de los jardines japoneses del periodo Edo. Las obras del jardín finalizaron en 1662.
En medio de esos palacios, templos y jardines de Kioto, con la total quietud del alma, sentado entre cerezos y estanques, y entregado en cuerpo y pensar a la armonía zen, se puede percibir la verdadera y límpida naturaleza, intacta desde tiempos dinásticos milenarios. Quisiera algún día volver a disfrutar allí de este puente hacia la esencia y naturaleza de mi mente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario