La muerte llega a todos por igual. A ricos y pobres. A virtuosos y pecadores. A felices y desdichados. Como afirma Fernando Savater, ella es “fatalmente necesaria, perpetuamente inminente, íntimamente intransferible, solitaria…” Muchos conocen la gloria durante su vida. A otros les llega después de la tumba, sin disfrutar de sus mieles. El miércoles 15 de Agosto de 2001, junto con mi esposa y mi padre, visité la villa francesa de Auvers Sur Oise, a 35 Km. al norte de París. Dos motivos tenía yo para ello. El primero era conocer las raíces del apellido homónimo de mi esposa, Auvert. El otro era respirar el ambiente donde vivió sus últimos días uno de los grandes genios de la humanidad: Vincent Van Gogh.
VINCENT VAN GOGH - AUTORRETRATO 1887
FUENTE: LIBRO "AUVERS-SUR-OISE" ADQUIRIDO POR ISAAC
Auvers Sur Oise es un pequeño poblado a orillas del apacible río L'Oise. Casas típicas de la campiña francesa y calles decoradas con impactantes flores, hacen del lugar una verdadera postal. No en vano el artista holandés la plasmó en 1890 en el cuadro “Vista de Auvers”.
VISTA DE AUVERS SUR OISE - VINCENT VAN GOGH 1890
POSTAL AQUIRIDA POR ISAAC EN VAN GOGH MUSEUM AMSTERDAM
El Chateau de Léry es un gran castillo, con jardines cuidadosamente ornamentados, desde donde se domina una magnífica vista del pueblo. Al frente de la municipalidad, denominada Hotel de la Villa, se encuentra el Albergue Ravoux, ahora llamado “Maison de Van Gogh”, donde llegó el 20 de mayo de 1890 y se hospedó en sus últimos días de existencia el famoso pintor. Subiendo hacia las colinas del pueblo se pasa por la Iglesia, también retratada por Van Gogh, con campanario viejo, altos vitrales y paredes que parecen conservar muchos años de plegarias. Rematando las colinas y donde se abren extensos campos de sembradíos de trigo, esta el cementerio. Gran curiosidad llevaba por acercarme a la tumba del pintor. Pero…¡Qué sorpresa! Mi asombro no tenía límites. Me encontré, al lado de una de las paredes perimetrales del camposanto, con una corroída y enmohecida lápida, que tiene la inscripción: “Ici repose Vincent Van Gogh, 1853-1890”. Con similar lápida e inscripción se encuentra su hermano Theo. Una frondosa enredadera y algunas espigas de trigo ofrendadas por admiradores, son todo lo que compone la obra que guarda los restos del genio. Pensé de inmediato sobre la vida, obra y muerte de la gente. En este caso, reflexioné sobre la vida miserable, enloquecida y desafortunada de Van Gogh, que al suicidarse en Auvers Sur Oise, sin un centavo en el bolsillo, estaba enterrado en la forma más pobre y ruin, tal como habían sido los últimos años de su vida. Las espigas de trigo del pueblo, símbolo de riqueza, en su tumba, me recordó el contraste de esta vida con las glorias y fama de sus pinturas.
LA IGLESIA DE AUVERS - VINCENT VAN GOGH 1890
FUENTE: LIBRO DE "AUVERS-SUR-OISE" ADQUIRIDO POR ISAAC
Cuando días luego, el viernes 24 de agosto de 2001, visité el Museo Van Gogh, en Amsterdam, donde se exhiben y se cotizan en millones de dólares sus óleos, entre ellos 8 cuadros pintados en Auvers Sur Oise, y cuando también recordaba que en el Museo D ́Orsay, en París, al lado de otros grandes impresionistas, se muestran otros de sus cuadros de valor incalculable, mi tristeza fue aún mayor. ¿Era posible que la Fundación Van Gogh, que administra el museo de moderna arquitectura holandesa, no hubiera destinado parte de los fondos que ingresan por entradas, a darle una visión decente a la tumba de quien produce tanta fortuna?. Pero volví en mis pensamientos.
Así es la vida, la obra y la muerte de muchos genios. Incomprendidas, enfermas y oscuras en su ser. Admiradas, invalorables, productivas y frenéticas en su accionar. Olvidadas, abandonadas y rechazadas en su agonía.
Así es la vida, la obra y la muerte de muchos genios. Incomprendidas, enfermas y oscuras en su ser. Admiradas, invalorables, productivas y frenéticas en su accionar. Olvidadas, abandonadas y rechazadas en su agonía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario