CALLE CENTRAL DE YVOIRE
GRANDE RUE
Yvoire es una auténtica comunidad fortificada de la Edad Media, cuyo pórtico de entrada se llama Porte du Rovorée, en la Place de la Marie. De aquí parte una calle principal, empedrada, la Grande Rue, y con ella pequeñas edificaciones, también de piedra, con viejas puertas de madera y balcones profusamente adornados de hortensias, campanitas, pompones blancos y amarillos, margaritas, todos ellos en macetas y en cestas colgantes en las residencias. Las paredes de las casas de piedra están exquisitamente cubiertas de enredaderas. Es de la jardinería más colorida y matizada que haya notado en el Viejo Continente.
CALLE FLORIDA
CASAS DE PIEDRA
ISAAC CAMINANDO POR YVOIRE
No existe una sola construcción moderna. Todo parece vivirse 600 años atrás. Yvoire es de aquellas villetas ancestrales que uno sólo imagina en las películas. Restaurantes, cafés, hoteles, posadas, locales de comercio, tiendas de souvenir y oficinas de turismo, hacen comunidad respetando al extremo el urbanismo medieval. Yvoire data del año 1306, tiene 750 habitantes y celebró sus 700 años en el 2006.
BALCONES ADORNADOS
VENTANALES
EDIFICACIONES DE PIEDRA
LITOGRAFIA DE YVOIRE
L' ECHOPPE
VISTA AL LAGO DE GINEBRA
Turistas de los cinco continentes la caminan con gran admiración. En un pequeño promontorio, al que se llega por la Rue du Lac, se alza su Castillo, del siglo XIV, desde donde se divisa, con todo su esplendor, el Lago de Ginebra. Dos muelles, Port du Plaisance y Port du Pecheurs, constituyen el atracadero de veleros suizos y franceses. Su pequeña iglesia levanta una torre con aguja, que es símbolo de la villa. En su interior hay múltiples imágenes de la Virgen María, en diversas advocaciones, entre ellas La Inmaculada.
CASTILLO
CASA CON ENREDADERAS
LAGO Y MONTAÑAS DE SUIZA
Yvoire, hasta la fecha, ha ganado más de 74 premios de concursos de las ciudades más floridas, siendo uno de los más famosos, el Gran Prix Europeo Medalla d’ Argent 2002. Las flores aparecen hasta en los resquicios más insospechados, independientemente de la época del año, pues hasta en invierno hay flores e incluso coles de colores que hacen el mismo efecto. Yvoire es el “jardín de los cinco sentidos”.
ISAAC Y SU PADRE
EN LOS BALCONES DE YVOIRE
EN EL MUELLE
PUERTO DE YVOIRE
MACETA
Finalizado este tour pedestre por Yvoire, proseguí el camino, conduciendo por las mismas rutas D25 y D1005 hacia Thonon-les Bains. Es una ciudad más moderna, también a un costado del lago. Sus avenidas están decoradas con postes que están recubiertos como cilindros por flores multicolores. Sus redomas y parques lucen unos pinos característicos de estos climas. La jardinería paisajista y decorativa sigue siendo el sello particular de estas localidades. Me he detenido de nuevo para contemplar el impactante azul del lago. Hay una fuente de chorro, como la de Ginebra, pero de menor altura, al lado de un boulevard, con bancas cuidadosamente ubicadas como miradores.
THONON LES BAINES
FUENTE DE THONON
VISTA AL LAGO DESDE THONON
Me decidí estacionar otra vez el vehículo y caminar por la plaza central. He admirado una tienda de repostería, donde el más fino gusto por las tortas decoradas desafía cualquier imaginación. Aquí he pedido una inmensa barquilla, de lo más exquisita. Sin saber aún que me encontraba en Francia, he preguntado si le pueden colocar otro copo adicional, a pesar de ya haberla cancelado. El vendedor, muy generoso, me hizo ver que con lo pagado podía colocarle lo que yo quisiera. Yo aún no entendía el por qué. Fue al entrar a una tienda de souvenirs, cuando la cajera, al momento de cancelar unas compras, me hizo ver que no me recibía francos suizos, con los que yo insistía en pagar, sino francos franceses. Fui allí cuando, por fin, me di cuenta que me había comido el helado más costoso en Europa y que llevaba unas litografías de Yvoire por las que había pagado una fortuna. Anécdotas que le pasan a un latinoamericano y, en particular, a un venezolano, que espera ver en las fronteras alcabalas, guardias y controles de acceso. Yo había pasado de Suiza a Francia de manera completamente imperceptible. Al final de la tarde he tomado el camino de regreso a Ginebra, por la D1005. Atrás, en esta costa del Lago de Ginebra, he dejado un sueño de mi vida que se hizo realidad. Tal vez mi destino viajero, algún día venidero, me vuelva vislumbrar la navegación por instantes de campiña y acuarelas floridas, como las que conocí en esta postal europea.
JARDINES DE THONON
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