lunes, 16 de julio de 2018

Una noche en Zagreb


                                          Plaza Ban Jelačić

Isaac Villamizar
Corría el ocaso del 23 de Agosto de 1974 cuando, procedente de Budapest, arribé a Zagreb, capital de Croacia, en aquel momento integrante de la República Federativa Socialista de Yugoslavia. Eran las 6:40 pm al momento en que me encontraba en la entonces Plaza República, hoy renombrada como Plaza Ban Jelačić, ubicada en el casco antiguo de Zagreb. En aquella época Croacia tenía la marcada influencia de Josip Broz Tito. Quizás se debía al hecho que este mariscal militar había nacido nada menos en Kumrovec, a 61 Km de Zagreb.
Esta ciudad es milenaria, pero con espíritu joven. Las alianzas, invasiones y catástrofes han marcado su evolución, su arquitectura y su geopolítica. Pero aún conserva murallas renacentistas, construcciones neogóticas y hermosos parques. Zagreb es hoy el centro económico y científico de Croacia, y a la vez es una encrucijada estratégica de Europa Central, el mediterráneo y los Balcanes.
Por ser tan tarde, no pude sino disfrutar un rato de la Plaza Ban Jelačić. Es el espacio central entre la ciudad alta y la ciudad baja. Cuando la conocí, antes de la independencia de Croacia, se llamaba Plaza República, pero después de la separación de Yugoslavia retomó su nombre, en homenaje a este destacado general del imperio austríaco, quien intervino en la abolición de la servidumbre en Croacia, por lo cual se le considera héroe nacional. Existe en la plaza una estatua ecuestre de este personaje. Es un sitio de reunión del turismo y excursiones, y una zona peatonal. Representa esta plaza el centro comercial y financiero de la ciudad. De noche es muy iluminada y transitan por ella los tranvías.
Después de esta corta visita, me alojé en el lujoso Hotel Intercontinental Esplanade Zagreb, en la habitación 43, según tengo anotado en mi diario de viajero. Ubicado en el corazón de la ciudad, en Antuna Mihanovica 1, este hotel está rodeado de suntuosas edificaciones, parques muy coloridos con fuentes y tiendas subterráneas. Muy cerca está la estación central de trenes y un jardín botánico. Este hotel posee una delicada combinación de patrimonio Art Deco con toques contemporáneos. Partiría yo muy temprano al día siguiente hacia Trieste y Venecia. Me quedó una deuda con Zagreb, para conocer con detalle su catedral, de donde yerguen dos torres esbeltas, dedicado su interior a la Asunción, a San Esteban y San Ladislao. Hubiera querido conocer la iglesia de San Marcos, en el viejo Zagreb, en cuyo techo están pintados los escudos de Croacia, Dalmacia Eslavonia y Zagreb. Me hubiera encantado entrar a su Palacio Arzobispal y recorrer su famoso mercado verde Dolac, así como visitar su Teatro Nacional.
Este es el recuerdo de mi breve paso por Croacia y Zagreb. Tal vez algún día vuelva a sentir la hospitalidad de los agramitas, sus pobladores. Iré a aprender un nuevo nudo de corbata, pues este término proviene etimológicamente de “croata”, pues allí se encuentra Potomac, la fábrica más antigua de esta prenda masculina. Una evocación de lo juvenil y lo elegante.

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